lunes, 8 de abril de 2013

Memoria - La niña del Ciprés


La niña del ciprés

Años van, años vienen y los cambios no se detienen. Parece ayer cuando tenía ocho o nueve años, con la inocencia todavía de un niño, jugaba con uno o dos carritos que los había encontrado en alguna parte. Mis inseparables amigos que en ese entonces eran casi unos bebés, puesto que, a uno de ellos (Lennin) le llevo cuatro años y al otro (Wilder) tres años. Con ellos aprendimos de todo, a jugar al fútbol, a nadar en las pozas de las cuales salíamos más sucios que limpios, a matar a los pobres pajarillos con los jebes y muchas cosas más, propias de la infancia.

Han pasado los años y ellos al igual que yo, hemos dejado atrás la infancia para buscar y forjarse un futuro de bien, un futuro que esperamos sea el mejor, como cada persona busca siempre, sin embargo, es un misterio que solo se descubre viviéndose  A la edad de catorce años dejé de vivir en la casa en donde mis padres habían vivido por veinticuatro largos años. Mi familia y yo dejamos el campo para ir a vivir a otra casa recién construida, en el pequeño pueblo en la cual se puso un negocio, sin embargo, no abandonamos del todo a nuestra antigua y querida casa.

He vuelto varias veces a mi antigua casa para descansar, pero hoy, hoy he vuelto para pensar, pensar en los cambios que se dan a lo largo de los años. Los cambios que he visto son sorprendentes. Cuando vivía allí, en aquella casa que en ese entonces lucía arreglada y con un hermoso jardín, ahora estaba toda desecha y a punto de caer. El ciprés que yo cuidaba de niño con tanto cariño; pues era muy pequeño y débil, es ahora un hermoso árbol alto y frondoso, en cuya sombra estoy meditando. Sigo pensando, pienso en mis dos amigos y en las travesuras que juntos hacíamos en los campos, a los cuales miro con atención. Oh cómo pasan los años, mis dos amigos ya no están, uno de ellos está en Lima y el otro no se aparece porque está -después de haber terminado su secundaria- buscando su futuro en algún lugar. Yo por mi parte, este año termino mi carrera de administración de empresas. Oh cómo pasan los años, sigo pensando a la sombra del ciprés.

Mi mente se remota a mi infancia y otra vez piensa, piensa en todos los años que han pasado, veo como todos crecen, cambian y le van dando un rumbo a su vida. Estaba en ésas cuando de pronto, como para cerrar una tarde estupenda de meditación salió una señorita de la casa del frente y junto a una poza se puso a lavar su ropa. Fue entonces cuando recordé que tiempo atrás esa misma señorita era una niña menor a mi edad en ocho años, era una bebé y yo la veía como tal, ella a medida que tomaba conocimiento me veía como a un joven al cual respetaba, y como repito yo la veía como una bebé o una dulce niña. Transcurridos estos años y al regresar, veo a esa dulce bebé convertida en una linda señorita, ella por su parte ya no me ve como a un joven respetado, sino como a un hombre. Qué linda niña, seguramente ya estará enamorada y yo la sigo viendo mientras lava su ropa y sigo pensando, cómo pasan los años, todos cambian, mejor dicho todo cambia, sigo sentado a la sombra del ciprés, mi corazón palpita como nunca, a unos 100 metros de distancia se enamora de ella, se enamora de la niña que años atrás jugaba conmigo y me llamaba Sholan y que ahora me dice claramente ¡Hola Ronal!...   

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